Por: Licenciada en Ciencias de la Educación, Marisa Plano
El propósito de este artículo es llevar a la reflexión a profesionales del área de la salud que atienden niños, niñas y jóvenes en condiciones físicas o mentales que muchas se veces se enfrentan a diversas dificultades de aprendizaje y adaptación en las diversas iniciativas educativas.
El educador puede realizar una labor mucho más efectiva si tiene la ventaja de contar con la orientación y una adecuada interacción con los profesionales de la salud, por ser conocedores de variables que inciden directamente en el comportamiento de los estudiantes. El trabajo colaborativo, la asistencia técnica, el dialogo y el compartir información, contribuyen a un necesario marco de participación. En la medida en que trabajan juntos, contribuyen tanto conocimiento como favorable interacción en donde la inclusión se hace presente.
Es necesario destacar el concepto de inclusión visto como un enfoque que responde positivamente a la diversidad de las personas y a las diferencias individuales, entendiendo que la diversidad no es un problema, sino una oportunidad para el enriquecimiento de la sociedad, a través de la activa participación en la vida familiar, en la educación, en el trabajo y en general en todos los procesos sociales, culturales y en las comunidades.
Por lo recién mencionado la educación inclusiva, como derecho universal, requiere que todo ciudadano y ciudadana reciba una educación de calidad, con equidad y excelencia.
Igualmente ha de garantizar la disposición de recursos necesarios (económicos, humanos, técnicos y tecnológicos) para que los centros educativos ofrezcan respuesta que conduzcan al éxito de todo el alumnado con amplia relación con los centros de salud.
Para lo cual educación y salud deben encaminarse en una sinergia positiva que posibilite:
- Educación inclusiva, centrada en las personas, beneficiando a todos los estudiantes que tengan necesidades específicas de apoyo educativo derivadas de la discapacidad o de otra circunstancia, ya que los prepara para vivir y trabajar en sociedad plural.
- Aportar visión, conocimientos, competencias y marco legal para ser realidad una educación inclusiva con carácter empático en entornos ordinarios en todas las enseñanzas del sistema educativo.
- Requerimos un sistema educativo flexible que fomente el trabajo en equipo de los profesionales de la salud y de la educación promoviendo la colaboración entre alumnos, familiares, profesores y sociedad civil.
- Se debe facilitar una educación inclusiva desde el inicio de la escolaridad, privilegiando la detección y atención temprana.
- Las medidas que se adoptan en la práctica educativa inclusiva benefician a todo el alumnado mientras se conforme un intercambio de saberes de parte de la educación y la salud para bien de cada alumno y alumna que lo requiera.
Ciertamente, para quien lee lo expuesto, una escuela inspirada en estas ideas seria la institución en que desearía se educara todo niño o niña. Lamentablemente, la realidad muestra una escuela, por lo general, muy alejada de lo que propone “la filosofía de la inclusión”. Numerosos alumnos atendidos por profesionales de la salud en centros especializados o consultas particulares viven experiencias muy dispares de lo que proponen los indicadores anteriormente mencionados.
A modo de conclusión es importante promover una estrecha relación entre el ámbito educativo y el área de la salud. Afortunadamente ello ocurre con algunos neurólogos, fisiatras, pediatras y otros profesionales que, por la naturaleza de su actividad, interaccionan con alguna frecuencia con los educadores.
La intención de este escrito es que la sociedad en su totalidad se implique y participe en este cambio educativo en donde la educación y la salud logren incluirse cada vez más en bien de cada persona.